La educación es una de las tareas más valiosas y apasionantes del mundo, un escenario lleno de esperanza que busca ofrecer a los niños y niñas una base segura sobre la que crecer y convertirse en las personas que serán en el futuro. Sin embargo, esto también lo convierte en un escenario lleno de responsabilidades.
Una educación de calidad, de vanguardia y que eduque a la persona en su integridad es posible con la educación concertada católica. Sin embargo, son muchos los prejuicios sin fundamento que aún persisten en la sociedad. Descubre todo lo que no te están contando:
Concebimos el colegio como una extensión del proyecto educativo familiar, reforzando los valores inculcados por los padres, quienes deben marcar el rumbo en la educación de sus hijos. Además, el colegio debe fomentar que cada alumno desarrolle todo su potencial intelectual y humano desde de los valores cristianos del amor, el perdón, solidaridad y el esfuerzo.
Cualquier persona, sin importar su ideología, clase social, recurso económico o religión pueden acceder a un colegio concertado católico, ya que las plazas las asigna la Administración Pública. Se ofrece una educación abierta a todas las personas que quieran recibir una educación de calidad y una formación en valores cristianos.
La Constitución da a los padres la potestad de decidir la educación que reciben sus hijos y, al Estado, el papel de salvaguardar este derecho a través de conciertos económicos que faciliten que todos puedan acceder a la educación que consideres más adecuada. Además, el coste por alumno que supone para el Estado es mucho menor que el de un colegio público.
A diferencia de los colegios públicos, los centros concertados tienen libertad para disponer de una plantilla acorde al proyecto educativo de cada colegio. Gracias a esto, los profesores se convierte en nuestro mejor activo para construir un proyecto educativo coherente y sólido, permitiendo una mayor implicación en la educación integral del alumno.
Los conocimientos académicos que adquieren los alumnos son similares a los de cualquier colegio público y privados, ya que están establecidos por ley. Sin embargo, en los colegios concertados se da una mayor implicación de los profesores para ofrecer una educación mucho más personalizada y adaptada a las necesidades de cada alumno.
La realidad es que el proceso de admisión en los centros concertados es idéntico al de los colegios públicos. De hecho, los baremos y la asignación de puntos están estipulados por la Administración Pública. Estudios reflejan que en las escuelas católicas el porcentaje de alumnos procedentes de hogares con todos sus miembros en desempleo es mayor.
Es responsabilidad y derecho de los padres asegurar el desarrollo intelectual y personal de sus hijos para que lleguen a convertirse en adultos responsables, guiados por la ética y los valores que han adquirido a lo largo de su vida. Este derecho a elegir también implica poder educar libremente desde la fe cristiana.
Para lograr una sociedad formada por personas guiadas por estos valores tan positivos, padres y profesores deben estar unidos, procurando una educación de calidad basada en los valores cristianos, la educación que ofrece la educación concertada católica.
La necesidad de escuelas que cuiden y acompañen a los niños en su proceso de crecimiento es vital para ayudarles a convertirse no solo en buenos estudiantes, sino en grandes personas. Por ello, una educación de calidad debe ser aquella que le permita desarrollar las habilidades académicas y brindarles valores como la solidaridad, la empatía, la caridad, la fraternidad, el amor al prójimo y el perdón.
La mayor implicación del colegio y de los profesores es de vital importancia en los casos de necesidades educativas especiales del alumno. De hecho, estudios demuestran que en los colegios concertados se detectan el 30% de los trastornos que afectan al rendimiento académico frente al 10% de los casos en los colegios públicos.